17 años, Nakfa, Eritrea

“No tenía libertad. En mi país tienes que ser soldado, y yo no quiero. En toda Eritrea hay una guerra y el presidente quiere que todos vayan al Ejército”. Ahmed dejó su país con 15 años y ha pasado dos viajando. Por huir de su país sus padres tuvieron que estar un mes en prisión.

“Si fuera un año de servicio militar lo haría, pero en Eritrea pueden ser dos años, seis años…”. No se quedó en Etiopía porque ambos países están en guerra. Después cruzó a Sudán, donde trabajó en un restaurante en Jartum unos meses, pero estaba indocumentado y tuvo muchos problemas con la policía. Al llegar a Libia fue secuestrado por una milicia. “Llamaban a mi madre mientras me pegaban para que les siguiera enviando dinero”, Ahmed conserva muchas cicatrices en brazos y espalda de aquellos meses. Permaneció casi un año bajo custodia de la milicia, a la que al final pagó 6.000 dólares para que le traficaran a Europa. “La policía son los al haramia, todos son familia”. Ha intentado cruzar cuatro veces, y como había pagado una cantidad tan alta, cada vez que era arrestado llamaba a “su jefe” y lo liberaba para intentarlo una siguiente ocasión.

“Si hubiera sabido lo que iba a ser Libia, me habría quedado en Sudán y habría sido soldado. En Libia no respetan a nadie, ni a las mujeres ni a nadie, solo si eres blanco”.

 

Testimonio recogido y redactado por Marta Maroto (El País)