25 años, Mogadiscio, Somalia
AIsmail tenía un pequeño comercio de alimentación en Mogadiscio. “En mi país está luchando Al Shabab, venían a quitarme el dinero y tuve que cerrar mi negocio. Me amenazaron con matarme que si no volvía a abrirlo para poder seguir quitándome el dinero”. Enseña las puñaladas que recibió por parte de un grupo de militantes del grupo terrorista: tiene heridas muy profundas en el pecho y en la costilla.
RUTA MIGRATORIA:
Salió en septiembre de 2016 de Mogadiscio hacia Kenia. Después cruzó a Ruanda, Sudán del Sur, Sudán y, por último, Libia. De Kenia hasta Libia pagó 5.700 dólares a una red de traficantes que le llevó en coche hasta Libia, a donde llegó en noviembre de 2017.
En Bengasi, fue arrestado por militares libios. Resolvió darles 200 dólares y le llevaron en autobús a Tobruk. Ellos no le propinaron ninguna paliza. De allí salió la primera vez que trató de cruzar del Mediterráneo en una barca de goma. Ismail ha intentado llegar a Europa en cuatro ocasiones. La primera tuvo que pagar 1.000 dólares a los traficantes, pero fue interceptado por la Guardia Costera libia y devuelto a tierra. Fue llevado detenido en la prisión de Tajura, en la capital Trípoli, un centro de detención de migrantes conocidoa porque en julio de 2019 medio centenar de personas Murieron durante un bombardeo de las fuerzas de Haftar. “A veces cuando te arrestan te piden dinero y si no lo pagas te pueden matar, les pegan un tiro. Matan a cientos”. “La mafia está dentro de la prisión. La policía en Tajura vende a las personas a los haramia, yo estaba con otras 30 personas”. En Tajura les pegaban con varas de hierro y como él ofreció resistencia le dieron más fuerte. Ismail enseña ahora una herida en su pierna (en la Imagen).
En Tatura Ismail permaneció diez meses, y fue registrado por ACNUR. Cuando las bombas destruyeron parte de la prisión él hechó a correr. Escondiéndose en la ciudad para evitar ser arrestado de nuevo, se puso en contacto con traficantes para volver a intentarlo. La Guardia Costera libia volvió a devolver su barco, aunque esta vez no fue llevado a ningún centro de detención.
Testimonio recogido y redactado por Marta Maroto (El País)